martes, 13 de agosto de 2013

PARA QUE LUEGO DIGAN QUE NO ES IMPORTANTE…


 

Es muy difícil hoy en día saber la importancia que tiene cada cosa en si misma. Cada cual determina ese grado de importancia por muchos motivos entre los cuales se encuentra el entorno donde vive, la gente a la que conoce, las personas a las que no quiere conocer, etc.

 

Por ejemplo, alguien que se codea con individuos de un cierto nivel económico su prioridad, su grado de importancia se basará en su apariencia y no sólo física o en cuestión de ropa sino a muchos niveles como el trabajo, los lugares donde veranee, las actividades que deberá realizar extracurriculares, etc. ¡Es importante saber cual es el lugar de cada cual! Y sobretodo, saber lo que debemos o no debemos hacer según el momento.

 

Yo no me codeo con personas de tanta alcurnia y las prioridades de las personas que yo conozco suelen ser bastante más sencillas. Por ejemplo, en estos cinco días, he sufrido un asunto de gran importancia para un señor mayor de ochenta y dos años que sufría gravemente pues decía que no iba de vientre (va por delante que el señor es un poco obsesivo compulsivo en plan Jack Nicholson en la películas Mejor… Imposible. ¿Qué en la realidad no existe un hombre así? Bueno, como siempre olvidáis mi máxima que la REALIDAD SIEMPRE SUPERA A LA FICCIÓN pero es verdad. Este hombre que os digo no es igual que Melvin,… ¡¡¡ES MUCHO PEOR!!! Tiene que utilizar un vaso concreto y si está sucio se pone de muy mal humor (y eso que él no lo lava). Pero no sólo con el vaso, también tiene un tenedor, una cuchara, un cuchillo y un par de platos fijos que cuando se utilizan para otras cosas, es como si se desmontara todo su mundo literalmente hablando. Sufre sordera pues un día, por su mala manipulación de los audífonos, se le rompió el del oído derecho un domingo y lo llevamos el lunes a reparar y el otro se estropeó un miércoles y porque no escuchaba decía que se iba ahorcar en la morera que tiene en el patio, que así no se podía vivir (y eso que al día siguiente el problema tenía fácil solución pero para él, ese momento, era el fin de su vida tal y como la conocía y a sus manos. Vale decir, y con todo el respeto del mundo, que ese día, por lo dramático de la situación, casi tenemos que llamar a un médico para que le pinchara un tranquilizante pues sus gritos de desesperación e incoherencias eran tantos, que toda la calle en la que vive, pensaban que lo estaban torturando y que no hacíamos nada. Luego, cuando le dije que si llamaba al médico y este le escuchaba que quería quitarse la vida por tal necedad lo ingresarían sin dudarlo en un psiquiátrico (no por su desesperación por la amenazada de atentar contra su vida), se acabó serenando un poco y recobrando la poca cordura de un hombre que no quiere tratarse de un mal (al mental me refiero) que perjudica a mas de uno).

 

En cuanto lleva doce horas (con ocho horas de sueño para el cuerpo mas dos de descanso con los ojos cerrados en el sofá) sin sentarse en el honorable trono, llamó a su hija mayor para comunicarle que estaba muy mal. Esta, le compró en la farmacia supositorios de glicerina para que el evacuar fuera cosa pronta. ¡No dieron resultado!

 

Habían pasado veinticuatro horas en total (con mucho descanso y dormitando de por medio) y el hombre se desesperaba aún mas. Según su versión, no salía nada y eso no era bueno. Le dijeron sus hijas que tuviera paciencia y que tomara un par de kiwis en ayunas a parte de los supositorios. ¡No dieron resultado!

 

No habían pasado ni treinta horas (desde el principio de la odisea) que el hombre decía que los intestinos se le habían parado y que había que ir a urgencias. Sus hijas, conociéndole y sabiendo como es, le dijeron que no iban a pasar un bochorno así en urgencias (que las pobres ya han pasado mas de uno sólo en este último año por circunstancias varias de sus obsesiones) sólo porque él no tuviera paciencia con una cuestión nada grave. Se enfadó con ambas y fue a buscarse pastillas para conseguir su propósito. ¡No dieron resultado! (¡El farmacéutico era un cabrón! Que no entendía su mal ni él ni nadie (según palabras textuales)). Lo bueno de todo es que si que iba al baño con estreñimiento claro está, pero esas pequeñas cagarrutillas, en plan cabrita de monte, que soltaba, para él, no eran defecar y tenía a todo el mundo pendiente de su mal no tan malo.

 

Aquella noche no paró de llorar como un crío chico dando por saco a su esposa diciendo que se iba a morir de la mierda que tenía en las tripas (que no era tanta pues si que había defecación). No dejó que su esposa durmiera y a las siete de la mañana, se fue a buscar la farmacia de guardia (diferente a la que ya había ido el día anterior) para que le diera otra cosa diferente a lo que había probado. Allí encontró la respuesta que buscaba: el farmacéutico le dio unas gotas y fue tomársela que fue mano de santo. Pero eso no es lo que busca este señor hipocondríaco, obsesivo compulsivo y sin paciencia, no. Lo que buscaba fue lo que le dijo el facultativo: si hoy no va, mañana vaya al médico. ¡¡¡ALELUYA!!! No por los excrementos vertidos por el inodoro sino porque alguien le daba la razón para poder ir a urgencias por heces retenidas contra su voluntad en su organismo (como si la mierda hubiera hecho un complot para no salir de su cuerpo y provocar aún mas, su ira).

 

Ese día fue tres veces y estaba contento a la par de asustado porque,… ¿Y si ahora no dejaba de cagar? ¡¡¡HE AQUÍ EL VERDADERO DILEMA!!! Estar pendiente durante más de un día de unas boñigas que no salen o salen en tropel. ¡¡¡QUE TRISTE LA VIDA DEL QUE NO SABE VIVIR!!! Si tanta controversia crea una mierda,… ¿Por qué estamos tan preocupados por cosas que no tienen tanta importancia como el defecar? ¡Incautos! La mierda os corromperá desde dentro haciéndose dueños de vuestro ser.

 

MORALEJA: Ernest Hemingway dijo: “Quédate siempre detrás del hombre que dispara y delante del hombre que está cagando. Así estás a salvo de las balas y de la mierda”.

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