lunes, 19 de agosto de 2013

CRÓNICA DE TRES DÍAS DE DESCANSO - 16/08/2013 (1/3):


 
CRÓNICA DE TRES DÍAS DE DESCANSO

 

 

16/08/2013 (1/3):

 

Tal y como está la situación económica actualmente, poder decir ME VOY TRES DE VACACIONES es casi un privilegio (bueno, sin el casi). Además que la salida no te cueste ni un solo euro ya es la reostia pero para que esto ocurra tienen que darse tres factores importantes:

 

1º: Que tus padres tengan cierta edad (mayores de cincuenta y nueve), que hayan pasado todos los veranos de su vida teniendo que ir a ver a sus padres a más de mil kilómetros de distancia (cosa que no les importaba hasta que tenían que cambiar de casa de los padres a casa de los suegros. Lo peor es que los hombres, la mayoría de ellos, se tenía que conformar con sietes escasos días al AÑO con sus padres. El resto del mes, tres largas semanas casi cuatro, tenían que pasarlas con los suegros que, normalmente, no le trataban mal pero tampoco le tenían el aprecio que le tenían a la hija ni mucho menos pese a los gritos anuales y los reproches semanales), hayan decidido que a partir de los sesenta van a pasar quince días en un apartamento alquilado con piscina, jardín propio y muy cerca de la playa y que tengan un nieto que le guste estar con los abuelos.

 

2º: Que uno de los dos haya cogido vacaciones y que al otro, pese a no tener contrato, le permitan cogerse un fin de semana de descanso.

 

3º: Haber cogido, como una manía, guardar los billetes de cinco euros que llegaban a tus manos desde su salida al mercado y haberlos escondidos de forma estratégica que encontrarlos antes de tiempo se hubiera convertido en un misión casi imposible y agotadora (de ese modo, has conseguido ahorrar casi cien euros para gasoil y peajes porque cuando digo que te salga “gratis” el fin de semana de tres días me refiero a alojamiento y a comida ya que NADIE te va a quitar tener que pagar casi los veinte o treinta euros de peaje (según donde vayas) y los cincuenta o sesenta euros en gasoil).

 

Si se conjugan esto tres factores casi imposibles, consigues coger el coche, cerrar la puerta de casa y salir por fin después de 365 días de encierro no voluntario, dirección a la playa.

 

La autopista, incluso con sus locos al volante, te parece algo ideal (pese a los adelantamientos por la derecha obligados por los gilipuertas que cogen el carril del medio a cien por hora desde que cogen la carretera y no lo sueltan hasta llegar al destino como si de una fila de miguitas de pan se tratara o como si fuera una petición que hubieran hecho al SAN ASFALTI DE TODOS LOS SANTOS como promesa de siete meses horribles de problemas con el coche).

 

Es hermoso ver como los camiones juegan a rebasarse una y otra vez en una danza hipnótica donde los pitidos son como las castañuelas que avivan la llama de un baile casi prohibido (como la lambada para vehículos de gran tonelaje pero con muchos más peligros adquiridos).

 

Es inmensamente placentero observar los excesos de equipaje en coches y camionetas que atentan contra las leyes de la gravedad (es mágico observar lo importante que es para mucho llevarse la nevera a cuestas y como nevera no me refiero a esa con asa de color azul con tiras blancas sino a la nevera NO FROST de DOS METROS POR DOS METROS sobresaliendo por todos las costados del vehículo que uno no sabe si es el coche el que lleva a la nevera o la nevera la que lleva al coche).

 

Es tremendamente sorprendente ver carteles de lugares que se encuentran a mas de mil kilómetros en varios idiomas como si ese lugar, estuviera a la vuelta de la esquina (esto, normalmente lo hacen, para los torpes y como son cuatro contados, pues hay que ponerlos en color AMARILLO para que les quede claro que siguiendo esa carretera TO RECTO llegaran, diez horas mas tarde, a su destino).

 

Cuando final llegas al tuyo, a tu emplazamiento veraniego de tres días y dos noches, pese a la indicación de la vía, la prisa por relajarte te invade. Llegas al apartamento, te arrancas la ropa como si esta estuviera en llamas, te pones el bikini mas rápido aún de lo que te has desvestido, coges el ascensor (para ir mas rápido claro por que las escaleras son lentas incluso si estás en un primero) y llegas a las piscina donde te duchas antes de meterte para que no se te corte las digestión (eso si, recuerda, no hace falta el cuerpo entero sólo nuca, muñecas y tobillos que no se como eso evita que te un chungo digestivo, pero que es mano de santo y no se sabe muy bien porque).

 

¡Por fin estás de vacaciones (aunque sólo sean tres días y dos noches)! El agua está ahí y tu estas dentro, chapoteando, disfrutando de las ahogadillas, tirándote de cabeza después de un año y comprobando que irremediablemente se te da horriblemente tan mal como el año anterior porque lo primero que has notado es un planchazo en la barriga que duele que no veas (y aunque cuando sacas la cabeza de la piscina mirando a tu alrededor como aquí no ha pasado nada ellos han visto el barrigazo contra el agua que has dado y se ríen para adentro diciendo,… ¡¡¡OTRA QUE SE CREE QUE NO LA HAN VISTO!!!).

 

Disfrutas haciéndote el muerto, reposando de ese horrible año que has tenido que esperar para poder remojarte el pandero por fin.

 

Cuando la vida parece perfecta y por fin parece que ha llegado la ansiada paz que deseabas, el cielo se pone en tu contra y empieza a llover. A ti no te importa pues estás en el agua y sería absurdo salir corriendo del agua para no mojarse. “¡Es un disparate!”  Te dices. ¡Pero estás equivocado! La mayor incongruencia del mundo es quedarse dentro del agua,… ¿Por qué? Pues sinceramente no tengo ni idea. Al caer las primeras gotas todos, absolutamente todos salen de forma despavorida del agua como si alguien hubiera visto un tiburón blanco como en la película; se lanzan contra las toallas tendidas en el suelo y no dejan de correr hasta llegar a la ducha (y la incongruente soy yo porque quiero quedarme en la piscina).

 

Llega la noche y sales a pasear después de la cena por el paseo marítimo. Te acercas al agua y empiezas a caminar por la orilla del mar románticamente diciéndote: por fin llegó el verano (o el fin de este) y puedo disfrutar de la brisa con aroma a sal.

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