domingo, 2 de junio de 2013

GANAS DE FUEGO, GANAS DE COLOR, GANAS DE RUIDO


 

Llega el sol que se había perdido en la inmensidad de nubes grises durante muchos, muchos, muchos, quizás demasiados días. Las personas que temerosas salía aún con manga larga, empiezan a airear sus prendas más frescas para lucirlas sobre los cuerpos aún lechosos del invierno.

 

Con el sol luciendo en lo alto del cielo, los días cada vez más largos y las ganas de inaugurar el verano, nuestros cuerpos se encuentran por fin en plena fase de una ebullición tardía típica de la primavera. Hay ganas de fuego, hay ganas de color, hay ganas de ruido. Y no transigimos con colores simples en prendas extremadamente vaporosas. No nos conformamos con el fuego únicamente de los cuerpos sino que necesitamos ver las llamas prender leños y grandes candelas a pie de playa. No nos satisfacemos con ruidos cualquiera queremos los ruidos típicos de chapotear, de tirarse de bomba, de la canción del verano, del ruido de los fuegos artificiales de fiestas conocidas y admiradas de pueblos de nuestro país. ¡Queremos castillos de fuegos!

 

Soñar con lo imposible desde la magia del verano. Imaginar ese primer amor sobre una piel salina con largos paseos nocturnos, con baños de madrugada arropados por la luna y las estrellas. Percibir el deseo de un primer beso, lucrarse en una mirada furtiva, caminar por una playa desierta con un escaso bikini a medias. Sentir la fuerza de la noche y en el contoneo de un cuerpo en cualquier carpa de moda, considerarse sexi, deseada, más femenina que ninguna y conseguir que alguien se acerqué a ti para hacer levitar de pasión y deseo. Anhelar asaltar una valla cualquiera y conquistar una piscina privada que nadie parece utilizar. Vivir la noche con olor a cloro en todo tu cuerpo y perder el control hasta sentirte plenamente vivo.

 

¡Necesitábamos el sol! Pedíamos que viniera a despertarnos de esta ensoñación de hibernación que nos tenía tímidamente ocultos en casas, en trabajos, en cafeterías. Las terrazas buscan nuestra esencia y las charlas de las doce junto a unos amigos con un coctel de moda a base de zumos, sombrillitas y licor.

 

¡Había muchas ganas encerradas! Sufríamos incluso por la rabia contenida por la ausencia de luz en el quehacer diario de más de uno y de dos. Esperábamos y desesperábamos reclamando un poquito de fuerza solar que nos diera ese empujón que necesitábamos para poder lanzarnos a la vida de nuevo en busca de momentos mágicos que vivir durante en duro y frío invierno, en la retina de nuestra memoria.

 

Llegaron las ganas de liberar las ganas. Nuevos momentos llaman a nuestra puerta aún cerrada a cal y canto. ¡Quitar las cadenas! Es tiempo de vivir y sobrevivir a la vida.

 

MORALEJA: Sin palabras para dejar paso a un sentimiento escrito:

 

Solsticio de verano

Amor en días extensos,
tus labios y los míos en rezos dulces,
en noches cortas,
entrega infinitas de mi cuerpo en el tuyo.

 

Miguel Visurraga Sosa

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