lunes, 13 de mayo de 2013

SER PERO NO ESTAR (escrito)



 

Cuesta mucho sentirse al cien por cien propio de un ser. Cuando el ser es de un mismo ya no se trata sólo de ser sino de estar o de estarse, sentirse bien el propio cuerpo. ¿Qué estoy desvariando? Puede ser, no digo yo no sea así. Hace mucho que desvarío. Lo empecé a hacer cuando tenía pocos años y en mis cartas a mis abuelos, desnuda mi poca y simple alma con todo el cariño de mí ser.

 

Poco a poco, mis desvaríos fueron a peor. La locura, quizás más ligada a mí de lo que hubiera imaginado, era una locura sana, llena de grandes momentos de lucidez acompañando las risas de aquellos que se trastornaban un poco al sentirme tan cerca y verme tan cuerda como para reírse conmigo y no de mí.

 

Era bueno sentirse aceptada, ser una más del grupo pero como todo,… a mi no me van las rutinas. Puedo conformarme, (si, si, he dicho conformarme) pues suele ser lo mas correcto según la situación vivida. Pero no me gusta ser parte de la masa, un burrito con los ojos tapados al que sólo le muestran un poco de lo que tiene delante y le dan de vez en cuando una estúpida zanahoria naranja para que siga el caminito ya no por devoción sino por hambruna pura y dura.

 

No me gusta ser parte de la masa, hacer lo que es correcto, lo que se me determina por edad, por sexo, por religión. ¿Soy por eso menos ser? ¿O es porque no se estar que me surgen tantas preguntas sin sentido?

 

No soy mala persona. Nunca creí en la maldad ni incluso cuando pude sentirla en mis propias carnes. Incluso entonces dudaba de que existiera en estado tan puro que a veces, el ser, deja de serlo para que toda la animalidad que existe en pos y dentro del ser humano, deje lo humano para ser completamente, una especie de animal con instintos primarios, con instintos básicos, con algo tan cruel como las ganas de martirizar y ver llorar por encima de todo, a aquel a que se le inflige el daño. Ni entonces, y de eso no hace tanto, creí en la maldad.

 

Pero cuando dejas de pensar en la maldad como opción a la bondad es cuando cobra vida en cuerpo de ser y no vive para otra cosa que para estar monitorizando todos tus movimientos. Te conviertes en un pelele que se mueve a un son concreto y sin saberlo, cuanto más niegas a ese pobre burrito, más burrito te conviertes poco a poco.

 

En fin, quizás sea locura, quizás un exceso de antibióticos o una combinación de fármacos y fiebre la que se ha apoderado hoy de mi cuerpo, de mis manos, de mis palabras para llenar un papel en blanco en algo más. Quizás no sea nada o quizás lo sea todo. La verdad es que poco importa ya. El folio ve su fin y yo no encuentro algo exótico con que finalizar esta diatriba absurda del ser pero no estar. Quizás sea ese el mejor final para una absurdidad, que el fin no aparezca, no como conclusión, no como frase célebre. Solo no aparecer sin mas y entonces me pregunto,… ¿Cómo sabrá el lector que a llegado al final? ¡Y eso que más da!

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