martes, 22 de enero de 2013

EN UN HOTEL CONTIGO (relato)


 

Era un día normal. Empezaba un nuevo mes. Me levanté con la sensación de que tenía que tomarme el día para mi pero,… ¿Dónde iría? Cogí un tren y me fui a Barcelona sin saber muy bien a donde.

 

Me bajé en una estación cualquiera (no recuerdo en cual). Salí de la estación y busqué un sitio donde tomar un zumo de naranja natural. Me senté dentro pese a que en la terraza de la cafetería se estaba bien. Dentro había cuatro mujeres juntas con unos niños armando mucho ruido de acá para allá y un hombre sentado sólo tomando un café.

 

Me trajeron el zumo y se me perdió la mirada por la ventana mientras vertía un sobre de azúcar en él. En el reflejo de la ventana pude ver mejor a aquel hombre. Era recto, con estilo, con algo que te atraía a mirarle pero no directamente. Mientras lo miraba en el reflejo me dí cuenta de que su mirada estaba fija en un punto. Quise averiguar que estaba mirando tan fijamente desde hacía un rato pero no fue posible examinarlo sólo con el reflejo. Busqué ese punto partiendo de su mirada pero, al mirarle, me crucé la mirada con él y me puse muy nerviosa. Estuvimos durante un rato mirándonos fijamente. No podía apartar la mirada de sus ojos. Me excitaba ver a alguien tan directo, tan claro con lo que mirada, con la postura, con la claridad de sus ojos. ¡¡¡Me sentía muy atraída por aquel hombre misterioso!!!

 

Los niños seguían haciendo ruido pero ya no me molestaban. Aquel hombre sacó su cartera y apuntó algo en un papel. Se iba a levantar para marcharse,… ¡¡¡NO TE VAYAS!!! Supliqué mentalmente. Al pasar por mi lado se paró un instante y me dejó una tarjeta rozando mi mano. Su piel contra mi piel me estimuló mucho.

 

Cogí lo que había dejado bajo mi mano y era una tarjeta diciéndome,… ¡¡¡SIGUEME!!! No ponía nada más y eso me provocó mucho más aún a seguirle.

 

Estaba en la puerta esperándome y empezamos a caminar los dos juntos hasta un taxi. Subimos sin decir nada. Los dos mirábamos al frente. De vez en cuando sentía su mirada clavarse en mí. ¡Eso me avivaba y me ponía nerviosa! Plácidamente alterada seguía a su lado, esperando saber dónde iríamos.

 

El taxi se paró en un hotel apartado. Entramos los dos y nos dirigimos hacia los ascensores. ¡Estaba muy excitada! Jamás había hecho nada igual y eso que aún,…no había pasado nada.

 

Nos paramos en la tercera planta y nos dirigimos a una habitación. Abrió la puerta y me dejó pasar primero. Cuando entró yo seguía de espaldas. Cerró la puerta y me agarró fuertemente por la espalda,… Su boca ardía cuando sus labios se posaron en mi cuello. Empezó a pasear un desfile interminable de pequeños y sabrosos besos por toda mi nuca. ¡¡¡Eso me excitaba mucho!!! Mi sexo pronto empezó a humedecerse rápidamente pues sin saberlo había dado con mi talón de Aquiles erógeno.

 

Sus dientes empezaron a mordisquear mi cuello y sus labios se dedicaron a succionar mi nuca,… Grité fuertemente. ¡¡¡DIOS!!! Como podía una persona a la que no conocía de nada, al que yo no conocía de nada darme tanto placer en un INSTANTE.

 

Mientras su boca seguía dedicándome besos deliciosos y mordiscos sugerentemente excitantes, sus manos aferraron mis caderas. Apretó mi trasero contra su sexo. Era grande y estaba tremendamente duro, fuerte, sabroso. Quería darme la vuelta, poder tocar su piel, poder dejar al descubierto su torso, pero no me dejó. Me empezó a desabrochar la blusa y sus manos pasaron de mis caderas a mi sujetador. Apartó las copas magistralmente con sus pulgares para pellizcar mis pezones con sus dedos. Mi excitación iba en aumento. Mi sexo era un volcán ardiente de flujos sexuales que se lubricaba cada vez más con sus caricias. Deseaba sentirle dentro.

 

Por fin me dejó darme la vuelta. Me besó en la boca y empezó a saborear mi lengua. Sus besos tenían sabor a prohibido y sus labios estaban llenos de pecado. Mis manos alcanzaron los botones de su blusa. Sus pecho era un templo de fuerza dónde quería perderme. Baje mis labios a sus pezones y los saboreé, los lamí, los mordisqueé. Me gustaban sus gemidos. Deseaba que me desear tanto como él había conseguido que yo le deseara a él.

 

Bajé sus pantalones. Su descomunal sexo sentía la tremenda presión del su boxer. Deslicé mi boca mordisqueando su pene por encima de la tela. El gritaba de placer. Me cogió enérgicamente por los brazos y me levantó de golpe. Eso me puso a mil. Me recostó suavemente sobre la cama y me despojo de mi pantalón y de mi braguita mojada por el deseo creciente. Me penetró lenta y suavemente. ¡DIOS! Era increíble sentir su inmensa verga adentrándose en mi ardiente sexo. Cuando empezó a envestirme cada vez un poquito más, y más, y más, y más fuerte no pude contener derramarme una y otra, y otra, y otra vez. Seguía dándome placer con sus cada vez mas fuertes y duras envestidas. Yo gemía, gritaba, le pedía que no parara, que siguiera, que quería más, más, más,… Mi cuerpo empezó al convulsionar de placer. ¡¡¡ERA EL NIRVANA DE LOS ORGASMOS!!! Gritaba mientras mi cuerpo, toda mi epidermis se erizaba con aquel tremendo éxtasis de goce.

 

Su cuerpo se alejó un poco para dejarme mi espacio. Me quedé casi sin sentido tumbada en la cama. No se cuando se puso detrás de mi cuerpo. Me abrazaba, me besaba, apartaba mi cabello de la cara. Su sexo seguía erecto pero no buscaba apagar la llama en mí. ¡Me encantó sentirle tan cerca! Me gustó verle volcado en mí. Los besos, las caricias siguieron. Su boca era un manantial inagotable de besos. Su lengua era un veneno que me mataba de placer y me arrastraba a sus labios una y otra vez. Su tremendo pene estaba rozando con mi trasero y se adentró entre mis nalgas con una embestida rápida y certera. ¡¡¡DIOS!!! Sentí un escalofrío doloroso recorrer todo mi cuerpo. Él se dio cuenta y no se movió. Mientras sus manos no dejaban de acariciarme, sus labios no paraban de besarme la cara, el cuello, mi boca. Cuando me relajé un poco empezó a moverse lentamente entrando y saliendo de mi culo. Era un placer indescriptible y sus gemidos, los míos se confundían entre las sábanas. Se movía magistralmente precipitándose conmigo al placer extremo. Le pedía que no parara, que siguiera, que me hiciera suya,… mmmmmmmmmmmm. Su leche se derramó dentro de mi. Cuando sentí el calor de su esencia no pude contener más mi deseo y me derramé en un orgasmo que me dejó casi sin respiración.

 

Sentí como sus manos me abrazaban. Sus labios se posaron en los míos y por fin me dijo su nombre. Fue una locura pero a veces en la vida,… hay locuras memorables.

 

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