domingo, 30 de diciembre de 2012

VOCIFERANDO QUE ES GERUNDIO



Ayer, 29 de diciembre, tuve la extraña sensación de asistir a una posesión “cientuple” de un ser humano, de una hembra en concreto. En un momento pasó de ser una chica corriente y moliente a ser el muñeco diabólico con sobredosis de dos mil Coca colas tomadas en cero coma mezcladas con esencia de amoniaco y lejía y adornadas con millones de píldoras de cafeína extra-súper-mega-híper-maxi fuertes. ¿Qué pasó para que esta posesión se produjera de manera tan “metarmofosicamente” corta? Simple: dos móviles, un teléfono fijo y un inalámbrico tuvieron toda la culpa.

 

Es por todos sabidos que cuando uno se encuentra bien, con ganas de pasárselo genial, de disfrutar de la vida,… ¿Quién piensa en cargar el móvil? Pues eso me pasó a mi el 28 y claro, en ese mundo happy donde no existía control y me sentía libre y feliz, siempre hay alguien, por el motivo que sea, que tiene que venir a intentar fastidiarlo (intentar si, porque por mucho que se lo propuso y ahora os relataré como, no consiguió que se me quitaran las ganas de seguir disfrutando del momento).

 

Si, ya,… que no por no coger un móvil alguien montaría en cólera visceriana ipsofacta y la respuesta es claro que no. Para que una mujer pase a ese estado hay que seguir lo siguiente: ella vivió por encima de sus posibilidades durante mucho tiempo y la crisis la puso en su lugar. Cuando estuvo en ese estado en la que se creía mejor que nadie y despreciando a todos por no tener una cuenta en el banco envidiada por la de un ministro o banquero, dos casas (una en la costa y otra en la montaña), un piso dúplex majestuoso, dos coches y tres personas en la oficina a su cargo a las que podía mangonear a su antojo pues la empresa era de su esposo, podía vivir en libertad económica y haciéndose pasar por lista, por inteligente, por fogosa, por majestuosa, por la dama que cualquiera podría desear a no ser porque nada en ella valía la pena lo mas mínimo. Se sentía superior a todo y a todos. Pero de golpe perdió las casas, perdió a los empleados, la cuenta en el banco, los coches. Tuvo que empezar a trabajar pero no fue suficiente. Tuvo que pedir ayuda monetaria y ningún banco se la dio. A todos los que humilló (padres, hermanos, suegros,…) tuvo que pedirles dinero para sobrevivir. Ya no era nada de aquello que un día fue.

 

Un día modesto y tranquilo, una mujer va a parar a casa de sus padres para ayudar a su madre que se encuentra enferma. Es una mujer sencilla que vive tranquilamente en un piso modesto y con unos ingresos mensuales por debajo del SMI. Pese a todo eso esa mujer es feliz y como el amor hace mucho, poco a poco consigue que su madre, que se encontraba imposibilitada en un sofá, en una casa, en un mundo pequeño, consiga salir a la calle, andar, vivir, disfrutar nuevamente de la vida. Ella, la mujer feliz, lo consigue sin dinero, sin aparentar, sin ser lo que no es, sólo siendo transparente, clara, normal,… con el cariño primario del deseo de ver feliz a su madre.

 

Poco a poco, con mucha paciencia, esa madre confía en esa persona ciegamente y pese a que quiere mucho a su hija, sin esa mujer cerca, no da un paso fuera de aquella casa.

 

Esto hace sentirse humillada a la chica que poco a poco va cogiendo mas y mas celos, mas y mas ganas de destruir, pese a lo bien que le hace a su madre, pese lo bien que le hace a su padre.

 

Pasa el tiempo (un año casi) y no ha tenido ninguna ocasión de poder inquirir contra ella toda la rabia acumulada.

 

Pero incluso las personas mas perfectas, comenten errores pequeños y el del 29 sólo fue no tener batería en el móvil y no estar en casa para coger un teléfono a la hora que aquella hija tuvo a bien levantarse de la cama (las once y media pasadas).

 

En ese tiempo (de las once y media hasta las doce y cuarto que fue cuando se le cogió el teléfono) fue disfrutando poco a poco de todo aquel pérfido rencor acumulado hasta el punto de estallar en gritos incontrolados e incoherentes que no tenían ni pies ni cabeza. Empezó diciendo que porque no se le había cogido el teléfono (se que no te acompaña mucho la inteligencia hermana, pero es lógico que el teléfono no se ha cogido porque no estábamos en casa. ¡Así de simple!). Luego que por qué no le había cogido el móvil (ya le había dicho que no tenía batería pero para una persona que ha preguntado que porque no le has cogido el teléfono, explicarle que si no hay batería el móvil no funciona, era algo demasiado complicado para una mentalidad escasa). Luego que ella entendía que tuviéramos que salir pero que deberíamos haberla avisado, haberla llamado a ella, a su hermana, a su tía,… (si claro,… y la guardia civil, y las ertzaintza, y a los mossos d'esquadra, a los bombero, a las ambulancias, a los marines, a estación espacial, a papa pitufo, a gotzilla, al hombre lobo y a caperucita roja. Es lógico que cuando te has pasado toda la vida aparentando,… la mente no la hayas cultivado ni lo más mínimo). Luego que si ya se había pensado lo peor (literalmente, y no engaño en esto ni en nada si puedo evitarlo, lo peor para ella es que yo me hubiera dormido y sus padres se hubieran muerto. Lo peor para ella era que su padre, en un ataque visceral, justo cuando yo había tenido un accidente con el coche, fuera de asestar a su madre puñaladas hasta dejarla sin vida y luego él, se hubiera cortado las venas al ver lo malo de su acto. Lo peor era que estando ella a un cuarto de hora en coche, prefería imaginarse lo peor en vez de conducir y comprobar que no había pasado nada. Lo peor era que en menos de un año que llevaba esa mujer con su madre, esta la llamaba hija mía de forma maternalmente cariñosa y eso ella no lo podía ni consentir, ni permitir, ni mucho menos tolerarlo, por eso, pese a que no ha podido confesar jamás ni lo hará, sus gritos lo decía de forma subliminal con cada improperio injustamente infligido contra esa mujer).

 

Lo peor de todo para ella, es que esa mujer, pese a todo, le daba la razón haciendo que no tuviera motivos para seguir arremetiendo contra ella y eso, no sólo la deja sin argumentos sino sin manera de seguir arremetiendo una y otra vez contra ella (seguro que pensó,… ¡¡¡GILIPOLLAS!!! Es perfecta incluso en que no quiere pelear y acepta lo inaceptable. ¡La odio!).

 

A fecha de hoy no ha habido perdón por ese comportamiento pero tampoco se busca. Hoy el día pasó y fue precioso. El despertar de su madre lo volvió a disfrutar esa mujer. Las risas, la complicidad, las anécdotas de la infancia,… la vida. ¿Hay peor tortura que no saber disfrutar? Yo creo que no. ¡He ahí su condena!

 

MORALEJA: Grita, chilla, vocifera, berrea, aúlla, muge, ruge, desentona,… inflige cualquier tono alto contra la verdad pero eso no la va a cambiar,… sólo hará que acabes perdiendo la voz en el intento de convencer de lo que no tiene sentido.

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