lunes, 5 de noviembre de 2012

HOY SOÑÉ UNA MALDAD PEQUEÑA


Una mujer soñando puede ser una pizca extraño o algo tremendamente perverso. Nadie puede meterse en la mente de nadie o al menos intentarlo pero hoy os cantaré mi maldad soñada porque me ha parecido un sueño francamente… bueno.

 

Conoces a alguien, un semáforo ámbar tirando a rojo que bien podría ejercer de maestro sin carrera de maestro. Las risas, los momentos de revelación de lo oculto que nace entre los dos merece la pena ser ocultado, callado y sobretodo, vivido.

 

Un día cualquiera, no importa cual, sales de fiesta con tus amigas (en realidad no son tus amigas son las amigas de una amiga y estáis celebrando una despedida de soltera). La cena ha sido genial y el animador os lleva a una discoteca cualquiera en la que él hará casi de protector de indeseables y demás. Empezáis a bailar porque las chicas sois así, de forma provocativa, sensual, disfrutando de la protección que da un animador de casi dos metros de altura. Pero siempre hay chicos, semáforos en ámbar en potencia que aún no saben que lo son. Una apuesta en el otro lado de la barra hace un grupito numeroso de hombres (diez o doce,… es difícil saber quien pertenece al grupo y quien no). Ya han decido su misión y es poder acercarse a una de ellas, una en concreto que ha sido elegida al azar entre las menos sexys del grupito de solteras, y tres de ellos probarán suerte. La apuesta en sencilla: llevarse a la chica y hacerla disfrutar de lo que es una noche de pasión, de un aquí te pillo aquí te mato de manual.

 

El primero se decide a atacar. Se acerca con la valentía que le da el creerse un ser superior por un atractivo que sólo existe en su mente. Camisa negra, pantalón tejano desgastado y un perfume demasiado fuerte que echaría para atrás hasta la mujer mas insensible nasalmente hablando. Pese a lo fuerte que se cree, a lo decidido de su paso, no va a atacar de frente sino por la espalda. Se va aproximando poco a poco pero sin miedo, hasta que se coloca detrás de la chica en cuestión. Una canción sonando a todo volumen, su pelvis acercándose al trasero de la chica. Sólo tiene una oportunidad y lo sabe pero vive confiando en su mundo donde el ser superior sólo es él. Se lanza rápido a coger su cintura y ella, medio riéndose de él, se escapa con un giro maestro. Se ha puesto al lado del protector de dos metros y claro,… él, el más atractivo de todos según su mente, ha perdido la apuesta.

 

Dejan pasar media hora de prudencia y la chica de la apuesta, se escapa al baño con dos amigas. El segundo, el más inteligente de todos según su cerebro, se dirige a los aseos. Espera en la puerta con una copa en la mano. Su táctica, pese a su inteligencia, será dar pena. La chica sale del baño, el pone el pie para frenar la puerta y se vierte su copa encima de una camiseta blanca y un tejano negro. Ella se siente culpable porque sinceramente cree que le ha manchado al abrir la puerta. Entran en el baño de minusválidos y el se quita la camisa. Ella la frota bajo el grifo del agua y el intenta meterle mano. ¡No cuela! Ella le tira la camisa limpia y se escapa por segunda vez. Él, pese a su inteligencia suprema en su cerebro, pierda la apuesta.

 

Dejan pasar media hora más y el tercero decide atacar de frente, en la pista, sin miedo. Según sus amigos no es nada atractivo y no es él más inteligente del grupo. Viste de forma sencilla con pantalón tejano azul y una camisa blanca con rallas azules. Se acerca a la chica y se presenta frontalmente. Se acerca su oído, le susurra algo y ella se ríe. ¡Esto promete!  Piensa el tercero de la apuesta mientras entre risas la chica y él se dirigen al baño de minusválidos juntos. Entran, cierran la puerta,… pasa media hora. Salen los dos algo agitados y el lleva algo en la mano. Al pasar delante de sus amigos le da al que tiene el dinero de la apuesta, al que hace aquella noche de banca, algo y él,… le da el sobre. ¡Ha ganado la apuesta! Salen los dos, juntos y se marchan.

 

Los amigos se quedan sorprendidos de que el menos diestro de los tres haya ganado la apuesta.

 

En un par de días quedan todos para comer en un restaurante a medio día. Al preguntarle como había conseguido que a la chica respondió:

 

-         Fue sencillo. Era una mujer y después de que la atacarais con el cuerpo y con la mente sólo había una manera de llegar hasta ella: con sinceridad. Le dije que había una puesta y que consistía en pasar la noche con ella. Lo peor de la apuesta, para cobrarla, era que tenía que darme su ropa interior para demostrar que lo había conseguido acercarme lo suficientemente a ella. Nos fuimos al baño, me dio su ropa interior, estuvimos charlando y rato haciéndoos creer algo que no era, y salimos. Pasamos toda la noche juntos y vosotros tenías vuestra prueba de que había llegado muy cerca de ella. Así de sencillo.

 

Los amigos se enfadaron pero el que hacía de banca leyó lo que habían firmado para cobrar la apuesta: tras conseguir a la chica, habrá que pasar la noche con ella y traer para cobrar, la ropa interior de esta. ¡Todo era legal! No había hecho nada de lo que no hubieran apostado sólo que había demostrando que el hombre mas sexy del mundo según su mente y el hombre mas inteligente del mundo según su cerebro, no había llegado a la conclusión de que LA SINCERIDAD es la única manera de llegar mas allá.

 

MORALEJA: ¿No os preguntáis cual de ellos era yo? Ya os dije que la mente de una mujer es perversa con una pizca de maldad, una brizna de malévola inteligencia y una chispa de superioridad soñada. Así que os dejaré con la duda de si era ella, el hombre “sexy”, el hombre “inteligente” o el hombre semáforo ámbar tirando a rojo que consiguió a la chica. Eso me lo guardo para mí. ¡Para eso tengo una mente de mujer!

 

 

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