domingo, 6 de noviembre de 2011

LA ÚLTIMA DESPEDIDA

Una despedida siempre es dura. Viajar a ver a la familia que está lejos (padres, hermanos, tíos, primos,…) y luego, después de pasar unos días de recuerdos he intentando exprimir hasta el último segundo junto a ellos,... llegan los últimos abrazo, llegan los últimos besos. Las lágrimas resbalan por las mejillas y cuesta respirar. Te alejas con el corazón encogido y preguntándote, sobretodo cuando alguno de tus seres queridos carece de buena salud, si volverás a verlos otra vez. Duele mirar atrás pero no puedes dejar de mirar hacia adelante.

Cuando un amigo se marcha por cuestiones de trabajo, por cuestiones de amor, por huir para encontrarse, para encontrarse en otro país,… hay sentimientos encontrados que se unen en tu corazón. ¿Cuándo podré volver a verle? ¿Cuándo podré hablar con él? ¿Estará bien? Por un lado quieres retenerle porque era alguien muy especial para ti pero sabes que eso es egoísta. Luego le das fuerzas para que de el paso porque él también tiene un poco de “miedo” a cambiar su vida de aquí por otra que se refleja incierta ante sus ojos. Pero le apoyas y le das toda tu fuerza aunque por dentro,… estés llorando a mares.

Pero la peor de las despedidas es esa última que duele tanto que hasta recordarla es amargamente dura. Suena el teléfono a deshora. Al otro lado alguien te dice que ella se marchó. Tu mente no puede reaccionar, se queda como bloqueada por unos segundos, minutos, horas. No comprendes nada e intentas poner sentido a algo que no lo tiene. Alguien que amabas se marchó sin decir adiós y lo peor,… es que esa despedida es la última y para siempre. No hay últimos abrazos, no hay últimos besos, no hay últimas palabras. Intentas recordar cuando fue la última vez que hablaste con ella, lo que le dijiste, lo que te dijo. Intentas recordar su voz, su aroma, la forma de abrazarte y de llamarte mi niña. No lo crees. “No puede ser. Ella no se ha ido.” No han quedado tantas cosas que hacer juntas, tantas cosas que decirnos, tantas cosas para vivir juntas. “No puede ser. Ella no se ha ido.” Esa frase resuena en tu cabeza mientras las lágrimas dan paso al dolor que hay muy dentro de ti. “No puede ser. Ella no se ha ido.” Sigues aferrándote a que todo sea una broma de mal gusto, algo macabro y sin sentido como una pesadilla de esas que acabas despertándote en con un sudor frío recorriendo todo tu cuerpo.

Pasa la noche. Pasa el día. Pasa la noche. Pasa el día. Llegas a la iglesia. Ves a gente vestida de negro que dicen que son familiares. Los amigos también te acompañan. “¡Sólo es una pesadilla! ¡Despertaré!“

Un féretro preside ante el altar las últimas bendiciones. Alguien habla sobre ella pero es alguien que no la conoce y que no da ni consuelo. "¡Despertaré! "

Todo el mundo aparece ante ti dándote unas palabras de alivio.

Luego coges el coche y sigues muchas flores que decoran un coche largo que va hacia el cementerio. Allí no puedes seguir conteniendo tu dolor. Sabes que no es un sueño y te gustaría despertar pero no puedes. “Ella se ha ido”.

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